Hay una emoción que todos los seres humanos experimentamos (algunos con más frecuencia que otros) llamada ansiedad pero, ¿puede esta presentarse en los niños? ¿de qué manera se presenta? ¿cómo debemos actuar ante ella?
Para detectarla debemos ser observadores y fijarnos en los pequeños detalles de nuestro hijo como notar ese miedo que tiene al separarse de nosotros para ir a jugar con sus amigos, miedo al llegar a la puerta de la escuela y a enfrentar un nuevo día, notar cómo mediante gestos o miradas que se siente solo o aislado, notar un pesimismo generalizado en todo lo que hace...
Cuando esto se produce nuestro hijo puede padecer de ansiedad, la cual puede manifestarse también mediante síntomas físicos como cansancio, dolor de cabeza, de estómago, palpitaciones, insomnio...
Cuando nuestros hijos crecen comienzan a experimentar sensaciones de miedo y de peligro: miedo a suspender, a caerse de la bicicleta, a los monstruos... todo eso puede repercutirse en ansiedad. Debemos transmitirles a nuestros hijos que tener ansiedad es algo completamente normal, es decir, que hay situaciones en las que es casi inevitable no sentir esa emoción. Nuestros hijos aprenderán a que si nos caemos nos volveremos a levantar, si suspenden estudiarán más y aprobarán y que no hay ningún monstruo en el armario de su habitación.
La ansiedad no es un bicho raro y tiene tratamiento. No se trata de que evitemos las situaciones que le angustian, ya que lo único que conseguiremos así es prolongar y fomentar su ansiedad hacia esas determinadas situaciones. No debemos rescatarlo, si no que debemos enseñarle a afrontar sus miedos para hacerle ver que es capaz de encontrar una solución y de lidiar con la situación.
No olvidemos nunca que podemos recurrir a ayuda profesional cuando sea necesario, ya que no podemos dejar que la ansiedad de nuestro hijo se intensifique simplemente por el hecho de no pedir ayuda cuando lo necesitemos, ya que todos necesitamos de todos.
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